Mucho se habla del feminismo y de la palabra feminista pero muchas veces se desconoce el concepto en su esencia, por lo que hoy nos planteamos esta cuestión:
¿qué entendemos por feminista?
La feminista habla de trasmutar valores, eliminar los códigos de virilidad, autoritarismo, discriminación y violencia que imperan, para evitar que la feminidad transmute en masculinidad y la igualdad no pueda ser más que aparente.
Tal vez sea importante revisar la palabra feminista, aunque mejor sería decir sobre el concepto de esta palabra. Hoy como en otros momentos del S.XX parece que sea un concepto en desuso e incluso entre algunos grupos de mujeres jóvenes sea un término que les desagrade. Y esto tiene que ver más con la desinformación o me atrevería decir con la mala fe que se ha difundido en muchos estamentos del poder y con la complacencia de los medios de información, sobre el concepto de dicho término. Precisamente considero necesario retomar en su verdadera dimensión la defensa de términos como este, si queremos caminar hacia una sociedad más justa en la que será necesario transmutar muchos de los valores que nos dominan en la actualidad.
¿Cuáles son las raíces de esa palabra denominada feminista?
Para resolver la pregunta “¿qué entendemos por feminista?” debemos acudir a las raíces que tiene la palabra.
Es difícil encontrar en los libros de historia una dedicación a la revolución feminista tan amplia como lo hayan tenido las revoluciones burguesas y socialistas por citar algunas y esto no es un hecho casual, porque lo cierto es que la revolución feminista ha tenido muchas más consecuencia a niveles de cambios sociales que hayan podido tener otras revoluciones. De todas formas quiero volver a la palabra “feminista” y no encuentro mejor manera de defender este concepto y darle su verdadera dimensión, que lo escrito por Virginia Woolf en su libro “Tres guineas (1938) y que tiene toda la frescura y novedad de nuestro siglo XXI. En este libro un famoso abogado de la época le pide a Virginia que diera su opinión en como se podía parar la guerra y evitar la llegada del fascismo (estamos un año antes de la segunda guerra mundial y en plena guerra civil española). Woolf hace una disección maravillosa en la que pone de manifiesto los códigos de la masculinidad, esa simbólica viril que construye la relación entre autoritarismo, cultura de privilegios de lo masculino y la generación de guerra con todos sus códigos de violencia, la cual se manifiesta tanto en lo privado como en lo público (descripción del sistema patriarcal). El libro no solo muestra formas de desmontar unos valores patriarcales, sino que da paso a toda una serie de nuevos valores que posibilitarían un pacifismo dentro de unas bases de igualdad, libertad y justicia. Es en este nuevo código de valores, donde el feminismo y ser feminista tienen un marcado carácter revolucionario. Pero vayamos a la palabra “Feminista” y para ello transcribo el párrafo al cual Virginia Woolf hace mención en su libro:
¿Habrá algo más pertinente que destruir una vieja palabra, una palabra brutal y corrupta que, en su tiempo, hizo mucho daño y que ahora ha caducado ya? Se trata de la palabra “feminista”. Según el diccionario, esta palabra significa “quien defiende los derechos de la mujer”. Como sea que el único derecho, el derecho a ganarse la vida, ha sido ya conquistado, la palabra ha dejado de tener significado. Y una palabra sin significado es una palabra muerta, una palabra corrupta. En consecuencia, celebremos esta ocasión quemando el cadáver de esa palabra. Escribamos esta palabra en grandes letras negras sobre un folio, y, con toda solemnidad, apliquemos una cerilla al papel. ¡Como arde¡ ¡…el humo se ha disipado; la palabra esta destruida. Observe, señor, lo que ha ocurrido a resultas de nuestra ceremonia. La palabra “feminista” ha quedado destruida, el aire se ha purificado. Y en este aire claro, ¿Qué vemos? Hombres y mujeres trabajando juntos por una misma causa. También se ha ido la nube que cubría el pasado. ¿Para que luchaban en el siglo XIX aquellas extrañas mujeres ya muertas, con sus sombreros y sus chales? Por la misma causa por la que ahora luchamos. “Nuestra petición no era solamente la petición de los derechos de la mujer (es Josephine Butler quien habla), sino que tenía un alcance más amplio y más profundo: era la petición de los derechos de todos (mujeres y hombres) a que, en nuestras personas, se respetaran los grandes principios de la Justicia, la Igualdad y la Libertad”. Son las mismas palabras de usted, señor, su misma petición. Las hijas de los hombres con educación que fueron llamadas “feministas”, con el consiguiente resentimiento, era en realidad la vanguardia de su movimiento, señor. Luchaban contra el mismo enemigo contra el que usted lucha, por las mismas razones. Luchaban contra la tiranía del estado patriarcal, de la misma manera que usted lucha contra la tiranía del estado fascista. Ahora nosotras estamos librando sencillamente la misma batalla que libraron nuestras madres y abuelas; sus palabras lo demuestran. Pero ahora, teniendo a la vista su carta, sabemos en certeza que usted lucha juntamente con nosotras, y no contra nosotras. Este hecho es tan alentador que parece merecer otra ceremonia. ¿Hay quizás algo más pertinente que escribir más palabras muertas, más palabras corruptas, sobre más hojas de papel, y quemar las palabras, palabras como tirano y dictador, por ejemplo? Sin embargo estas palabras no han caducado todavía. Todavía ensucian las páginas de los periódicos, todavía percibimos su peculiar e inconfundible hedor en las zonas de Whitehall y de Westminster. Y, en el extranjero, el monstruo ha salido más descaradamente a la superficie. Allí es inconfundible. Ha ampliado su área de acción. Coarta la libertad individual, ordena como hay que vivir, y no sólo efectúa distinciones entre los sexos, sino también entre las razas. Ahora ustedes sienten, en su propia persona, lo que sintieron sus madres cuando se las encerraba y se les hacia callar, por ser mujeres”.
El artículo “Hombres feministas: ¿qué entendemos por feminista?” es la primera parte de los artículos “Hombres feministas”, lee el segundo artículo “Hombres feministas: igualdad no es masculinizar la feminidad” o sigue nuestros artículos propios de nuestro blog.
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